Le faltarán, al menos, un par de
centímetros para alcanzar la barra del trapecio pero nadie sabe de
esas discretas alzas que lleva metidas en las zapatillas. Tampoco
sospechan que su cuidada cabellera rubio platino no sea natural, ni
que esos huidizos ojos azul celeste, que tienen enamorados a la mitad
de sus compañeros, sean lentillas. Nadie se imagina que Svetlana es
en realidad el desaparecido Manolo Pérez.
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Venga, no te cortes...