lunes, 12 de enero de 2015

Pobre Chico

Inmediatamente pedí que cerraran la tapa del ataúd. ¡Qué inesperado, tan joven -decía la gente- y con lo de vuestros padres tan reciente!. Yo hacía lo propio; con la mirada perdida, enjugaba mis ojeras sin tener que ocultar el temblor de las manos. ¡Tengo que irme!, grité desesperado. Los allí presentes me miraron comprensivos. Me eché a correr. Tenía que apresurarme si quería llegar a tiempo a mi cita. Le gustaría saber que pronto... solo necesitaba que me fiara una vez más.

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