domingo, 22 de diciembre de 2013

El Gordo

Mario miró el boleto que sujetaba en sus manos temblorosas por enésima vez, incapaz de creer lo que veían sus ojos. Se aclaró la garganta y con el corazón desbocado llamó a su mujer, que seguía en la cama. A Lola le llevó un momento asimilar lo que Mario le decía. Se abrazaron tan fuerte que les costaba respirar, lanzaban gritos de júbilo y corrían de un lado al otro de la habitación como niños salvajes, sin poder contener la emoción. Al agarrar el boleto, a Lola se le desencajó la cara: Mario, cariño, esta dislexia tuya un día me va a matar.

1 comentario:

Venga, no te cortes...