miércoles, 22 de mayo de 2019

¡Sorpresa!

"Sí, soy su esposa" - respondió la mujer apoyándose en el quicio de la puerta. Sus ojeras eran pronunciadas, unas raíces grises coronaban su melena y hacía tiempo que una sonrisa no se dibujaba en su rostro. "Viaja mucho por trabajo, no sé cuándo volverá" - prosiguió sin entusiasmo. De fondo, dos niños peleaban en el salón.

Era lo último que habría esperado cuando le abrieron la puerta. En un principio lamentó haber recorrido tantos kilómetros pero entonces lo vio claro: “Disculpe las molestias, no hace falta que le diga nada”. Y con decisión se dio la vuelta, acariciando con cierto alivio su incipiente barriga.

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