El ruido de un tiroteo consiguió animarles de nuevo. El sopor se había apoderado de ellos en plena faena, pero por suerte o por desgracia, los disparos los sacaron de su letargo. Ella prosiguió con los besos, y las caricias por todo el cuerpo hicieron que su compañero se recompusiera del todo. Sin embargo, la película enseguida terminó, y con la musiquilla final ella se fue amodorrando otra vez. Él, tras asegurarse de que estaba dormida, cogió el mando y bajó el volumen al máximo. La tapó con la manta, la besó en la frente, se recostó en el sofá y suspiró. ¡Qué mujer! ¡Así no llego a los 95!
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Venga, no te cortes...