Hacía una tarde perfecta para un paseo por el bosque. Decidí desviarme del camino y andando entre la maleza me topé con una pequeña cueva. Olía horrible y era demasiado estrecha pero mi curiosidad superó al miedo. Encendí la linterna del móvil: estaba oscuro y había mucha humedad. Avancé varios metros cuando un extraño ruido brotó del lugar donde me encontraba y de pronto, sin saber cómo, una llamarada me expulsó hacia la otra entrada. Cuando conseguí incorporarme no me lo podía creer: acababa de salir de un dragón que me miraba tan sorprendido como yo a él.
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