lunes, 2 de abril de 2018
Demencia infusa
"Aquellos hombrecillos minúsculos iban siempre vestidos de negro, acechaban escondidos y aprovechaban cuando dormías para meterse dentro de ti. Se fueron alimentando de mi razón y poco a poco dejé de saber qué era realidad y qué no”, me contó. Mamá la miraba, sacudiendo la cabeza escéptica. “Tú me crees, ¿verdad, mi niña?” Asentí y vi alivio en sus ojos. Suspiró y se durmió para siempre. Mamá empezó a llorar. Y entonces vi a un ser oscuro, diminuto, saliendo de la oreja de la abuela. Me quité el zapato y lo machaqué.
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