Recuerdo que te olvidé pero debió de quedar algún resto. Solo sé que a raíz de usar uno de esos bastoncillos para los oídos empezaste a salirme por la oreja y luego por la nariz. Con el frío de la calle echaba bocanadas de ti y cuando cortaba cebolla ahí estabas otra vez, en forma de lágrima. Pensé que con el tiempo te me acabarías pero a veces, por las noches, cuando me da la tos, apareces.
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Venga, no te cortes...