Ese
maravilloso viaje que había prometido tantas veces en sus sermones no
existía. Toda su vida predicando (con la palabra, que no con el
ejemplo) para descubrir, justo después de morir, que
había creído en la doctrina equivocada. ¿Qué pensarían sus
parroquianos si se enterasen? Perplejo, posado en la bombilla de
su cuarto, contemplaba su antiguo cuerpo tendido en la cama, inerte, mientras frotaba agitadamente sus nuevas patitas de polilla.
Igual todavía está a tiempo...
ResponderEliminar