Antes de nada, he de decir que soy una de esas afortunadas que vive en un pueblo. Normalmente lo considero una ventaja; la vida tranquila del campo y el contacto directo con la naturaleza son puros privilegios, pero en la situación en la que nos encontramos hoy día, lo es mucho más.
Hoy caminando por el monte me ha invadido esa emoción que solo experimento en primavera, una especie de euforia muy similar a la que me entra cuando me pongo a bailar, una sensación de que todo está bien. La vida resurge y todo se llena de colores: de las flores, los insectos, del verde de los árboles, de la hierba. La luz del sol se refleja en ellos y lo inunda todo de belleza.
Cuando caminaba me ha venido a la cabeza aquella redacción que escribí hace tantos años. "La primavera ha venido y nadie sabe cómo ha sido". Frase más que apropiada para este momento que nos ha tocado vivir. Hace unas semanas estábamos encerrados prácticamente sin poder salir y muchas personas seguramente ni se percatasen de cuándo se produjo la explosión, ni siquiera por la fecha, pues al menos yo ya no sé si es martes, viernes, abril o junio. Así que al final, cuando hemos comenzado a salir, esa maravillosa fuerza nos ha dado de lleno, como de imprevisto.
Pues sí, la primavera ha venido y va a quedarse todavía un ratillo, así que aunque no sepamos bien cómo ha sido, ¡disfrutémosla a tope!
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