-¡Ya tengo los pies fríos otra vez!- protestó entre risitas el primero, acomodando con aspavientos la manta sobre su regazo.
-¿Te quejas tú de tus pies? Yo no aguanto más la artritis de las manos- comentó otro en tono burlón.
-Pues no veáis a mí lo que me pica la oreja- dijo el último aguantándose la risa.
-¿Quieres que te la rasque?- preguntó el segundo. Y entonces los tres estallaron en carcajadas, contagiando, como siempre, a todos los demás.
Toda la residencia esperaba impaciente el momento de la merienda, cuando los tres viejitos amputados se juntaban a hacer de las suyas.
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