Su
padre ahora hasta le dejaba conducir la furgoneta.
Todo había comenzado aquella tarde en que el chico empezó a
tararear la canción que al padre le rondaba la cabeza. Le hizo
gracia la coincidencia. Después fueron conceptos abstractos, ideas
sueltas. Cada vez le hacía menos gracia. Un día, su hijo lo había
apartado a un rincón y
con evidente decepción le había
dicho: “Lo
sé todo.”
Así que de
vez en cuando incluso le dejaba el descapotable.
“¡Me
alegro tanto
de que confíes en
él!”,
decía la madre. Y
así, todos felices.
Qué tunante el padre!!!
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