Peina su cabellera con peine de plata y
brillantes incrustados:
- Mi amor, ¡somos tan afortunados de
haber sobrevivido! Te has vuelto algo reservado
pero lo entiendo. Por cierto, no te conté... hace poco ¡qué
pesadilla!, soñé que nos quedábamos sin comida. ¿Te imaginas?
Tenía mucha hambre y acababa haciéndote una cosa espantosa.
Termina de acicalarse y sorprendida,
contempla sus mechones en el peine que él le fabricó con un trozo
de madera seca. Los arranca asqueada.
- Solo espero que alguien nos rescate
cuanto antes de esta maldita isla o acabaré por volverme loca.
Él parece que la observara desde la
profundidad de sus cuencas vacías, el cráneo ladeado, como autocompadeciéndose.